Electrifica la barra de un bar para que los calambrazos marquen la distancia


La pandemia del coronavirus ha agudizado el ingenio de propios y extraños. En muchos sentidos y en no pocos aspectos. Ya se ha comprobado durante los últimos meses cómo la picaresca a veces ha servido para saltarse las estrictas normas sanitarias.

En otros casos la astucia no ha sido precisamente para saltarse las normas sanitarias sino para todo lo contrario: es decir: para obligar a las personas –por ejemplo clientes- a cumplirlas. Esta segunda opción es la más loable de todas, sin duda de ninguna clase.




Es el caso del propietario de un pub. Ni corto ni perezoso ha resuelto el respeto que en su local exige el distanciamiento social derivado de la pandemia del coronavirus. Un distanciamiento social que es de obligado cumplimiento y que este hombre no piensa relativizar.

En el interior de su local, sí o sí, hay que respetar el distanciamiento social. En este sentido cabe constatar que a primeros de mes pudieron reabrirse los pubs ingleses después de tres largos meses de confinamiento. Tres meses que parecieron tres siglos.

Entre los millares de locales que reabrieron se encuentra el The Star Inn, un local de la localidad de Saint Just (Inglaterra). Es subrayable que el público no ha tardado en volver al S. Just. Todo lo contrario. En efecto: más bien todo lo contrario.




Es tanta, tantísima, la clientela que se amontona en el local que Johnny McFadden, propietario del pub, ha decidido instalar un cable electrificado para imponer el distanciamiento social entre los clientes y empleados. Una decisión luminosa. De tan original.

“Antes la gente no respetaba el distanciamiento físico y hacía todo lo que quería, pero ahora la gente presta atención a las instrucciones”, ha explicado McFadden razonando su drástica decisión. “Es en beneficio de todos”, ha añadido.

 




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