Casa Vizcaíno


La forma de tirar la cerveza, la calidad y la frescura del barril son las claves del éxito de estos templos de la cerveza. También puedes pedir un Vermut o manzanilla en rama acompañada de altramuces.

Hay sitios que son más que un simple negocio de hostelería, son instituciones, tótems culturales, refugios. Esto les permite sobrellevar el tiempo, las crisis, las modas y las franquicias. Un ejemplo perfecto es Casa Vizcaíno, una taberna abierta en el 29 (año de la Exposición Iberoamericana) que antes fue unos Coloniales. De comer, poco: bacalao salado y mojama -sólo en Semana Santa tiene montaditos. De beber, mucha, mucha, mucha cerveza, perfectamente tirada, vermut y vinos generosos de Andalucía.

Incrustado en el casco antiguo de Sevilla, en la calle Feria, su amplia fachada se abre a la plaza de Monte-Sión, a través de unas puertas de madera con cristaleras -la mayor parte del año están quitadas-, de manera que el interior del bar y la acera son un solo espacio, dinamismo absoluto de gente entrando y saliendo con sus cervezas y sus platos de aceitunas o altramuces. Es el corazón de su barrio, es de esos sitios que siempre te pasas a ver quien hay, y siempre hay alguien. Tomarse un par de cervezas y pirarte es misión imposible. Su heterogénea clientela es proclive a la charla surrealista, y a la risa, con el contrapunto de sus dos camareros, más bordes que un lebrillo, y con los que no cabe confianzas. Jóvenes modernos, funcionarios de la Junta, jubilados, buscavidas, estudiantes guiris, jipis, costaleros, pijos rancios…

Sus momentos estelares son el viernes noche, pues toda la juventud del barrio pasa por allí para arrancar, el sábado a mediodía y, por supuesto, los jueves, coincidiendo con el mercadillo, El Jueves (de ahí el nombre de la calle Feria) que, desde el siglo XV, se celebra ininterrumpidamente ese día de la semana, y donde se da cita toda la germanía de Sevilla, autenticidad y casticismo en estado puro.

Texto: José Ignacio Pérez / J M Álvarez

 

 



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